martes, 14 de julio de 2009

Los Simpsons








Los Simpsons, es una serie estadounidense de animación que inicia el 17 de diciembre de 1989, su creador Matt Groening.

La Serie es una sátira hacia la sociedad y narra la vida cotidiana de una familia de clase media.
Los Simpson ha ganado numerosos premios desde su estreno como serie, incluyendo 24 premiosEmmy24premios Annie y un premio Peabody. La revista Time del 31 de diciembre de 1999 la calificó como la mejor serie del siglo XX, y el 14 de enero de 200 recibió una estrella en el paseo de la Fama de Hollywood.. Los Simpson es una de las series estadounidenses de dibujos animados de mayor duración y el programa estadounidense de animación más largo.

El gruñido de fastidio de Homer “D´oh"[ ha sido incluido en el diccionario Oxford English Dictionar, mientras que la serie ha influido en muchas otras comedias de situación animadas para adultos.
Y que tiene que ver esto con Queen, bueno los Simpsons y su creador se ha caracterizado por escenificar a varios personajes famosos, y entre ellos a Queen y Freddie Mercury o, en los recuerdos de juventud de Homero, el gran Homero, polémico , carismático, inoportuno y a veces controversial, el que dice incoherencias el que es tonto y a veces noble, el que no trabaja y o bebe mucha cerveza, en fin, OUCHHHHHHHHHH, bien pues un pequeño reconocimieto a los SIMPSONS y a su Creador que también ha sido parte del recuerdo a Freddie Mercury y a Queen. Y si alguien tiene comentario sugerencia o crítica a esta not, bienvenido.


Saludos de su Amigo Alfredo (Guva)
INFOQUEEN

Cuestión de principios



Escrito por Hugo de Lara
jueves, 09 de julio de 2009
Nunca se valorará en su justa medida la hazaña de cualquier artista o intelectual que, a lo largo de su existencia, deslumbre a sus prójimos. En vida le coartarán el mérito por la inevitable envidia que desprendemos los humanos, y si goza de la fortuna necesaria, cuando perezca, sus logros serán valorados injustamente, puesto que alcanzará cotas más míticas que reales. A
sí, en definitiva, es como se desarrolla la obra y su creador antes y después de morir, y así le ocurrió a Elvis Presley, Freddie Mercury, Frank Sinatra, John Lennon o al recientemente fallecido Michael Jackson entre otros tantos colosos de la música.Todos ellos durante su vida disfrutaron de concesiones de las que no hemos gozado y posiblemente no gozaremos el resto de los mortales en devolución a la titánica aportación que cedieron al mundo de la música. Sin embargo, por culpa del recelo que acompaña al ser humano allá donde va, se ha intentado insistentemente rebajar sus figuras e incluso herirlas en vida a través de manipulaciones y esperpentos que distaban mucho de su actividad profesional. Pese a ello cuando han terminado dejando nuestro mundo han recibido honores desmedidos y totalmente desubicados.Esencialmente porque la aportación cultural no deja de ser una contribución, mayor o menor, a un conjunto en el que ninguna figura es más determinante que el conglomerado en sí. Los artistas y los intelectuales luchan –o deberían– para magnificar la cultura y no para recibir honores de reyes; quienes buscan revolotearse sobre ellos no son más que una cuadrilla de aletargados mercenarios.Extrapolando este ejemplo al campo bélico, es ilógico pensar que un general se presente a una guerra de dimensiones ciclópeas anteponiendo su anhelo por alcanzar la gloria antes que las ansias de derrotar al enemigo para salvaguardar el país al que defiende. La gloria siempre es posterior y pensar en ella como principal motivación es el más duro de los males que acompaña a todo movimiento cultural en la actualidad. Precisamente hoy, entre los nuevos artistas, no prima el deseo de contribuir a construir la cultura más impresionante de la historia sino a utilizar esta cultura para conseguir una importante posición internacional que les reporte importantes sumas de dinero haciendo uso del espectro mediático. Es el descubrimiento más terrorífico del último siglo, el deleznable marketing; la más apreciada magia del siglo XXI que es capaz de convertir a un iletrado y sin apenas virtudes en un personaje adorado por descomunales masas de personas.Al margen de las consideraciones basadas en las apetencias un tanto extrañas del ser humano de infravalorar a una persona hoy y sobrevalorarla mañana cuando desaparece, lo cierto es que el fallecimiento de estas grandes figuras empiezan a hacer temer la desoladora aparición de un gran vacío en el mundo de la música. Si echamos un vistazo rápido al panorama que inunda Europa y EE.UU. en estos momentos nos encontramos con artistas sin una personalidad musical sólida, fuertemente arraigados en la cultura del marketing, francamente improductiva desde el punto de vista cualitativo.Resulta revelador que los grupos nacidos hace más de veinte años como U2 o R.E.M. sean los que mantengan en buena medida el punto de calidad óptima de la música de hoy en día acompañados por solistas surgidos en el mismo lapso de tiempo o aún más amplio; Madonna o Prince, son dos buenos ejemplos de ello. La primera adorada por el público internacional y el segundo inexplicablemente denostado cuando se podría decir de él que es uno de los más importantes representantes de la historia de la música.Tengo que admitir que durante estos días, sinceramente, me han sonado extraños los sollozos por Michael Jackson sin que haya habido ninguna mención a la figura de Prince, ni cuando se hablaba de los 80s, ni cuando encumbraban al genial intérprete de “Black or White” asemejándolo a los más relevantes. Un artista –Prince– que fue comparado en su momento con el propio Michael y que ha continuado su carrera hasta nuestros días, precisamente hasta este año 2009, en el que pretende lanzar dos discos y apadrinar uno más. Me da la impresión de que el ambiguo Prince no tardará en ser consagrado como otra leyenda comparable a los más grandes cuando muera, mientras que en vida no está siendo valorado en su justa medida. Es mucho más que triste, aberrante, que una persona tenga que morir para que se reconozcan los méritos que ha cosechado su trabajo durante toda su vida. Pero así es la envidia del ser humano, áspera como la lengua de una serpiente y tan imprudente e impulsiva como un niño pequeño. Las lamentaciones llegarán más tarde, cuando seamos conscientes de que hemos perdido a figuras únicas que nunca volverán a estar entre nosotros. Siempre nos ocurre lo mismo pero lejos de evitar caer de nuevo lo hacemos con una insistencia propia de necios. ¿Tanto cuesta reconocer la virtud ajena?

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